A raíz de los airados comentarios recibidos últimamente en este blog, publico a continuación fragmentos de una nota aparecida hoy en el diario La Nación, firmada por el periodista Pablo Sirvén, que concuerda plenamente con mis criterios a la hora de comentar un espectáculo y sobre las reacciones de los criticados (sobre todo la parte en que dice que a los que se los critica bien nunca se exaltan como lo hacen cuando se los critica mal...)
"A nadie le gusta que lo critiquen, y eso es natural. Pero saber aceptar o resistir una crítica civilizadamente, sin que se desaten nuestros demonios internos, es un buen signo de tolerancia que, lamentablemente, pocas veces se aprecia.
Un buen parámetro de salud democrática de una sociedad, precisamente, depende de su capacidad para aceptar de buen grado las críticas que puedan hacerse miembros de la misma entre sí sin perder los buenos modales ni declararse la guerra.
(...)
Así como a nadie le gusta que lo critiquen, de los excesos en que pudiese incurrir un exagerado "excelente" no hay reclamo por parte de quien lo recibe por una cuestión más que obvia: favorece y prestigia (aunque es como quedarse con un vuelto mal dado).
En el extremo contrario, el "malo" casi nunca es recibido en silencio como un humilde reconocimiento de las propias falencias, condición indispensable para enmendar los errores (...)"
Texto completo aquí.
"A nadie le gusta que lo critiquen, y eso es natural. Pero saber aceptar o resistir una crítica civilizadamente, sin que se desaten nuestros demonios internos, es un buen signo de tolerancia que, lamentablemente, pocas veces se aprecia.
Un buen parámetro de salud democrática de una sociedad, precisamente, depende de su capacidad para aceptar de buen grado las críticas que puedan hacerse miembros de la misma entre sí sin perder los buenos modales ni declararse la guerra.
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Así como a nadie le gusta que lo critiquen, de los excesos en que pudiese incurrir un exagerado "excelente" no hay reclamo por parte de quien lo recibe por una cuestión más que obvia: favorece y prestigia (aunque es como quedarse con un vuelto mal dado).
En el extremo contrario, el "malo" casi nunca es recibido en silencio como un humilde reconocimiento de las propias falencias, condición indispensable para enmendar los errores (...)"
Texto completo aquí.