16 dic 2006

"Más respeto que soy tu madre"


Manual del argentino típico

Por Hernán Espinosa

Diez años atrás, el director Manuel González Gil (El Diario de Adán y Eva, Porteñas, entre otras) desembarcaba en Córdoba y fundaba su escuela de teatro en el Comedia. Con la intención de celebrar el décimo aniversario –y a modo de conclusión definitiva de un ciclo- González Gil reunió a egresados y alumnos del último año para encarar la puesta en escena de varias obras, la primera de las cuales tuvo su estreno el pasado domingo en la sala Galileo.

Retrato minucioso

Se trata de Más respeto que soy tu madre, del rosarino Hernán Casciari, adaptada por González Gil del blog personal del autor (ganador de premios internacionales). Casciari presenta en escena el arquetipo de la familia argentina de clase media baja, donde la figura de la mujer de la casa se erige como pilar y sostén de la misma.

Sin duda, la mayor cualidad del texto recae en el hecho de condensar en casi dos horas toda la idiosincrasia argentina, vista a través de los ojos de Mirtha Bertotti (la “madre”). Nada falta: machismo, discriminación, despertar sexual, celebración de la democracia, exaltación de los valores tradicionales y hasta un homenaje al mate. La Argentina toda está ahí. Cabe destacar que este cóctel criollo se presenta al público bajo la forma de una comedia ágil y por momentos desopilante, por más que en sus tramos menos brillantes recurra a un humor previsible y blando o a escenas que coquetean con el golpe bajo.

Buenos alumnos

El director ha sabido explotar al máximo la capacidad histriónica de cada uno de sus “pollos”, quienes en conjunto funcionan homogéneamente, aunque individualmente no mantengan la misma temperatura interpretativa. En este sentido, se destaca Hernán Bustamante en su rol del hijo adolescente, en una composición admirable que arranca risas en la platea con solo entrar a escena, y que además produce ternura en ciertos pasajes.

Párrafo aparte merece Paola Rocchia como Mirtha Bertotti, sobre quien recae todo el peso de la obra. Sorprende la ductilidad, la seguridad y la variedad y calidad de matices que presenta en escena esta gran actriz cordobesa, verdadero portento interpretativo que logra hacer que uno reivindique su amor al teatro cada vez que Rocchia pisa el tablón. Sin duda, la gran revelación.

Sin embargo, no podemos pasar por alto ciertos detalles que consideramos dignos de mejorar, si la intención es la de darle continuidad al proyecto (lo cual merece la pena hacerse). Es entendible la pobreza o, si se quiere, la inexistencia de un diseño escenográfico que solo apela a seis sillas y alguna que otra mesa para delimitar ambientes. Es entendible, repetimos, en el marco de una producción como ésta, independiente y como se afirma comúnmente “hecha a pulmón”.

Lo que está bien lejos de ser entendible es el descuido en la composición externa del personaje del abuelo, por ejemplo. No alcanza con los buenos oficios actorales del señor Mazzucco para que nos creamos su papel cuando descubrimos, para nuestro asombro, que sobre la espalda del “nono” flamea una extensa cabellera que sorprendentemente no presenta ni una sola cana…

Otro aspecto que debería ser replanteado es el diseño de iluminación, a cargo vaya uno a saber de quién (el rubro no figura en el incompleto programa de mano). Las luces fallan principalmente -¡y nada menos!- en la creación de climas (la elección de filtros rojos para los contraluces es incomprensible) y los actores muchas veces quedan fuera de su influjo.

Apuntes son éstos que, sabemos, son plausibles de hallar encauce. Después de todo, no es en los rubros técnicos en donde Más respeto… triunfa, sino en su magnífico texto que, sostenido por sólidas actuaciones, está llamado a convertirse, predecimos, en la gran comedia argentina de los últimos años.-


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